A pesar de las advertencias y los temores de muchas de las personas que nos rodean, como festejo del nacimiento de Manuel a mitad del 2016, con Caro decidimos hacer un viaje para despedir el año y celebrar juntos nuestra nueva familia. Pero el destino elegido implicaba un vuelo muy largo, lo cual significaba todo un desafío. En esta entrega les comentaré cómo fue nuestro primer viaje en avión con Manuel, un bebé de tan sólo 6 meses.
Cómo fue nuestro primer viaje en avión con Manuel de tan sólo 6 meses
En primer lugar, debo destacar que me sorprendió gratamente comprobar que no éramos unos locos raros queriendo viajar con un bebé tan pequeño, sino que es muy habitual encontrar bebés en los vuelos y aeropuertos de todo el mundo. La accesibilidad al turismo internacional ha crecido notoriamente y tanto en los aeropuertos como en las aerolíneas, los trabajadores están acostumbrados a lidiar con bebés y en nuestro caso, mostraron la mejor de las predisposiciones para que nos sintamos cómodos y asistidos en cada uno de los momentos.
La primera buena noticia con la que nos encontramos fue que en la aerolínea que compramos nuestros pasajes, los bebés menores de 2 años no abonan el valor completo, sino que pagan sólo los impuestos y seguros. El costo de viajar con un bebé o viajar sólo en pareja es prácticamente el mismo.
En el aeropuerto, todo fue más fácil porque las familias con bebés menores de tres años tenemos prioridad de abordar o hacer cualquier trámite, por lo que las esperas se hacen cortas y las colas no son necesarias.
Al ser dos más un bebé, nos otorgaron los asientos de la primera fila de nuestra sección turista. Una vez acomodados en nuestros asientos, con Caro nos preocupamos por la falta de espacio para que Manuel viaje cómodo en nuestras faldas, pero rápidamente nos informaron que nos facilitarían un catre o cunita que se sostiene de la pared que teníamos frente a nuestras butacas, para que cuando se duerma lo podamos acostar. Sinceramente, sin éste moisés sería imposible viajar.
Mi recomendación para aquellos que decidan volar con sus pequeños es que, antes de subirse al avión, siempre se aseguren de contar con la pequeña cunita o, en su defecto, pedirle a los empleados de la aerolínea que los ubiquen en una hilera en donde sobre un asiento y la madre y su bebé puedan ocupar dos butacas.
Estas son las dos alternativas posibles y desde mi punto de vista, es indispensable contar con una o la otra para poder viajar. Las aerolíneas suelen tratar de brindar éstas comodidades, pero en el caso de que el vuelo esté completo y los asientos con cunita ya hayan sido tomados por otros bebés, cabe la posibilidad de viajar todo el trayecto con el bebito en brazos, lo cual no es imposible, pero es muy incómodo.
Para el despegue y aterrizaje, debes colocarte el cinturón de seguridad alrededor de tu cintura y sostener al bebé por fuera del cinturón. La recomendación del pediatra fue que en estos momentos tratemos de prender a Manuel al pecho de la madre o en su defecto al chupete. El movimiento de la mandíbula impide un mal de altura severo, previniendo así los ataques de llanto.
Manuel es un bebé que no llora mucho, al contrario, en raras ocasiones lo hace, pero sí es muy movedizo y ruidoso, porque le gusta vocalizar, practicar nuevos sonidos todo el tiempo y al escucharse, se excita y suele emitir algunos gritos de alegría. Su personalidad es deliciosa para nosotros, pero sabíamos que podía ser algo incómodo para el resto de los pasajeros, por lo que íbamos con la idea de prevenir sus momentos de excitación. Para nuestra sorpresa, el avión causó en él un efecto relajante, durmió largas horas en su camita y prácticamente no se lo escuchó.
El resto de los pasajeros y las azafatas nos felicitaban por lo tranquilo y “educado” que era nuestro bebé, cuando en realidad no fue algo que podríamos haber anticipado. En el mismo vuelo, había otros bebitos algo más grandes y sus conductas fueron de todos los tipos. Estuvieron aquellos que durmieron y jugaron tranquilitos durante todo el trayecto y aquellos otros que lloraban incesantemente y sus padres debían pasearlos pos los pasillos durante largos ratos para tratar de tranquilizarlos.
Manu, se portó de la misma manera tanto en la ida como en la vuelta, por lo que en ningún momento incomodó al resto y tampoco a nosotros por sentir que estábamos molestando con nuestro bebé.
Ahora bien, los aviones no están diseñados para los padres con bebés pequeños. A no ser que cuentes con la posibilidad económica de pagar pasajes de categorías mayores, los asientos son muy angostos, se reclinan muy poco, los pasillos son muy estrechos y a la hora de cambiarle sus pañales, los baños son exageradamente ajustados y no cuentan con las dimensiones suficientes como para que puedan ingresar dos adultos con el bebé. Esto es un inconveniente, porque en caso de sufrir alguna turbulencia repentina, es verdaderamente muy difícil que una sola persona pueda sostener al bebé, mantener el equilibrio y manipular todos los productos de limpieza necesarios.
En definitiva, nuestra experiencia fue buena porque decidimos hacerle frente a las incomodidades sin sufrirlas, entendiendo que eran necesarias para poder realizar nuestro viaje. Un bebé pequeño no es un impedimento para viajar en avión, por el contrario es una experiencia enriquecedora en todo sentido.
Volar con bebés es posible, no me arriesgaría a decir placentero, pero una vez en destino, resulta muy reconfortante compartir con tu pequeño momentos de viaje que tanto anhelabas. Como casi todo en la paternidad, vale la pena el esfuerzo.
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