Durante el embarazo de Caro, uno de los temas de conversación más recurrentes fue la inevitable pregunta: ¿A quién se parecerá Manuel cuando nazca? De hecho, esta es una pregunta muy frecuente entre los padres primerizos, porque a pesar de que tratemos de dilucidar como podría llegar a ser, recurriendo a sitios web que mezclan las caras de los padres o tratando de descifrar su carita a partir de las imágenes de las ecografías 4D, la incertidumbre es enorme. El amor incondicional por ese bebito ya tenía un lugar muy importante en nuestras vidas y necesitábamos ponerle un rostro a ese sentimiento, para asimilarlo con mayor naturalidad.
Lo que no imaginamos nunca durante el embarazo, fue que una vez nacido Manuel las incertidumbres con respecto a sus parecidos seguirían presentes, alimentadas principalmente por los familiares y amigos, ya que cada uno le encuentra el parecido que mejor le parece.
En realidad, todas las personas recibimos el 50 por ciento de nuestra carga genética de cada uno de los padres. La madre aporta 23 cromosomas y el padre aporta la misma cantidad para formar los 46 finales del código genético único e irrepetible en cada persona. Por lo tanto, indefectiblemente, cada bebé hereda la mitad de su carga genética de cada uno de sus padres, un cuarto de cada uno de sus abuelos, un octavo de sus bisabuelos y así sucesivamente, implicando solamente a la procedencia consanguínea.
Esto genera que cada bebé reciba unos 30.000 genes por lado y las posibles combinaciones son verdaderamente vastísimas. Motivo por el cual muchos hermanos no se parecen en nada entre sí.
Ahora bien, en este escenario complejo, hay ciertos genes que suelen ser preponderantes, pero sólo desde un aspecto estadístico. Por lo tanto, si bien las pigmentaciones de piel y ojos más oscuras suelen ser dominantes, esto no quiere decir que un bebé no pueda contar con ojos claros como alguno de sus abuelos, en el caso de que ambos padres tengan ojos oscuros.
En definitiva, es imposible predecir el aspecto del bebé de antemano y también es imposible definir parecidos definitivos como “es igual al padre” o “es igual a la madre”, porque la carga genética va a estar compartida y con el crecimiento del niño/a se van a manifestar diferentes rasgos en distintos momentos.
Hecha esta aclaración, con Manuel nos pasa a diario que la gente le encuentra parecidos totalmente dispares todo el tiempo. Están los que opinan que es igual a la madre, los que opinan que es igual a mí pero con los ojos de la madre, aquellos que coinciden en que es una mezcla perfecta entre ambos y los parientes más adultos, lo encuentran parecido a parientes de otras generaciones que ni siquiera tenemos presentes.
Por ejemplo, apenas nació, la familia de Caro y sus conocidos lo veían igual a Hernán, el hermano de Caro y tío de Manuel. Pero a medida que pasaron los meses lo encontraron más parecido a Caro y una tía lejana, más osada, afirmó que era igual al tío Cacho, que vendría a ser un bisabuelo materno de Manu.
En mi familia, apenas nació, mi mamá afirmaba que tenía mi misma nariz, pero que era parecido a la madre. Con los meses, me mostró una foto de Violeta de bebé, mi hermana y tía de Manu, afirmándome que eran iguales y ahora que está más grande, lo ve más parecido a Hugo, mi papá.
En resumen, cada persona que lo ve le encuentra un parecido distinto y nosotros nos divertimos al escuchar las teorías. Es evidente que estas opiniones responden más bien a deseos y proyecciones personales, que a similitudes fisionómicas reales. Pero en definitiva, confirman el cariño de la gente en general por Manu y eso, a nosotros, nos hace muy bien. Seguiremos jugando éste juego de los parecidos por mucho más tiempo.
Y en tu caso ¿a quién se parecen tus hijos? ¿Opina lo mismo tu familia?
Renata Domenetti dice
Es a mi nieta que cuesta encontrarle el parecido si bien tiene el colorido de sus padres.
No me inquieta. Es una beba buena, tranquila y nada fea.
La quiero desde que la vi.