Manu acaba de cumplir 5 meses de edad y si bien las novedades son constantes, una de los cambios más rotundos en la rutina diaria de nuestra pequeña familia, fue la iniciación del pequeño en el mundo gastronómico. Con Caro creíamos que nos faltaba por lo menos un mes más para empezar a darle de comer otra cosa aparte de la leche materna, así que las primeras comidas del bebé fueron una divertida e inesperada experiencia.
Como parte del calendario de desarrollo habitual, a los 5 meses de vida, los pediatras recomiendan la incorporación de alimentos licuados en la dieta del bebé, para ir adaptando el sistema digestivo a nuevas sustancias y a la vez, evaluar las reacciones del cuerpo del niño. En nuestro caso, el médico nos dijo que debíamos probar con calabaza, zanahoria o zapallo hervido, banana, manzana o pera y el jugo de mandarina o naranja. Estos alimentos de a uno, pisados, una vez por día, preferentemente al medio día.
Contento por la novedad y ansioso por verlo comer, salí del consultorio con la idea de comenzar ni bien pudiésemos. Al comentarlo con la madre, ella me dice: pero todavía no compramos ni el platito, ni la sus cubiertitos, ni el vasito. A lo que yo respondí, eso se soluciona rápido, pasamos por un negocio de maternidad y lo compramos en cinco minutos. Pero no fue tan así, al llegar al negocio nos ofrecieron una enorme variedad de artículos, que diferían enormemente en formas, materiales, colores, características y, sobre todo, en precio.
Esta es la típica situación en la que te enfrentas al dilema de cuál comprarle, por un lado te da la sensación de que todos cumplen con su función de manera perfecta, por lo cual el más barato pareciera el más lógico, pero por otro lado, piensas que si hay tanta diferencia de precio, los más caros deben estar hechos con plásticos de mejor calidad testeados con bebes, al margen de que son mucho más lindos y de marcas reconocidas.
Finalmente, nos fuimos del negocio con las manos vacías, pero sabiendo que teníamos que elegir entre las siguientes opciones y sus combinaciones: flexibles, duros, profundos, lisos, pintados, sin pintar, translucidos, aptos para microondas, térmicos, que cambian de color con la temperatura, adherentes a las superficies, con agarraderas, de todos los tamaños existentes y de tal o cual marca, que siempre juega un papel importante. Esto mismo, con los pequeños cubiertos y el vasito para el agua.
Para saldar dudas y no tener que hacer un estudio de mercado exhaustivo con respecto a las ventajas y debilidades de las múltiples opciones, decidimos preguntarles a amigos con hijos, qué nos recomendaban y sus sugerencias fueron tan dispares como la cantidad opciones de compra. En definitiva, compramos lo que nos pareció de buena calidad y lindo estéticamente.
Con toda la batería de cocina infantil debidamente lavada y esterilizada, después de comer los papás, nos dispusimos a darle su primer comida a Manu. Pera sería su primer menú, porque nos parecía más amigable al ser una fruta jugosa y dulce. Pero en vez de utilizar los nuevos utensilios comprados para la ocasión, mecánicamente, la pisé en uno de nuestros platos de cerámica regulares. Me pareció que no tenía sentido ensuciar algo más, así que la primera vez ni siquiera utilizamos lo que habíamos acabado de comprar después de tantas idas y vueltas.
Cámara en mano, nos disponemos a alimentar al niño y a pesar de poner una cara extraña al principio, aceptó la propuesta inmediatamente. Lo que no tuvimos en cuenta es que lo bebés están acostumbrados a comer utilizando la lengua para empujar el pezón de la madre y succionar a la vez. Al hacer el mismo movimiento, lo que sucedió fue que se le salía mucha pera de la boca. En definitiva, como no le habíamos puesto el babero imprescindible para la ocasión, su hermosa camisa de color crudo quedó teñida casi de manera permanente por la pera excedente, que al oxidarse tiñe de un color marrón oscuro cualquier cosa que toque.
Pero a pesar del enchastre, Caro y yo estábamos súper contentos al ver que le gustaba comer. Ahora, cada medio día la comida es un festejo porque Manu se pone muy contento y le gusta mucho casi todo lo que le damos, en especial el jugo de mandarina que es su preferido. De a poco fuimos utilizando todos sus utensilios, ya aprendimos a proteger su ropita con los baberos que van sumando manchas todos los días y nos divertimos al ver como él se expresa ante los distintos sabores y disfruta de la hora de la comida. Compartir la mesa con Manuel es una experiencia hermosa que recién comienza.
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