En algunas semanas, Manu va a cumplir 6 meses de vida y no puedo dejar de sorprenderme por lo grande que está. Por supuesto que esto suena algo absurdo con un bebé tan pequeño, pero el ritmo de crecimiento en los primeros meses de vida es tan vertiginoso que al detenerme un segundo a pesar, es inevitable verlo enorme y sentir una cantidad de emociones que combinan el orgullo, la felicidad y la nostalgia, al contemplar como el pequeñísimo e indefenso bebito que llegó a casa hace unos meses, ya es un bebote regordete, inquieto, travieso y muy sonriente.
Toda esta sensación, me hace preguntarme una y otra vez: ¿Cómo hacer para que el crecimiento del bebé no se nos escape entre los dedos?
Fue hace algunos días atrás, cuando comencé a pensar en lo rápido que pasa el tiempo. Fuimos toda la familia a colocarle una de sus vacunas obligatorias y al ingresar al sanatorio nos encontramos con una amiga de Caro, que salía de la primera consulta pediátrica con su pequeño bebé de 6 días. El chiquito pesaría algo más de 6 libras (3 kilos) y en los brazos de su padre se veía diminuto. Inmediatamente traté de recordar cómo se veía Manu apenas lo trajimos a casa con tan sólo 4 libras de peso (2,200 kg) y no pude.
Al verlo hoy en día con sus sobradas 15 libras (7 kilos), nos resulta difícil recordar cómo fue tenerlo en brazos cuando era tan pequeño y al comentarlo con otros amigos padres, todos coincidían que es inevitable olvidar esos momentos. Por este motivo, los que tenemos hijos nos ponemos nostálgicos, al sentir que estamos perdiendo algo muy valioso de nuestras vidas y solemos recurrir a las fotos para tratar de revivir experiencias que sucedieron apenas unos meses atrás.
El ritmo acelerado de crecimiento de los bebés en esta etapa de la vida, se combina con los desafíos diarios a los que nos afronta la aventura de ser papás. De un día para el otro el bebé comienza a balbucear, a dominar cada vez más sus manos, juega, se ríe a carcajadas, comienza a sentarse, a sostener la cabeza con firmeza, a comer sólidos y todos los día, nos damos cuenta de que por lo menos una prenda de vestir que le servía la semana anterior, ya no le queda más.
Paradójicamente, ser padres (sobre todo si eres primerizo) nos desconecta de la nube de preocupaciones constantes en las que vivimos en la sociedad moderna. Como en ninguna otra etapa, el bebé vive al momento y los padres debemos acoplarnos lo más que podamos a esta realidad para acompañarlo, disfrutar de su crecimiento y no perdernos de situaciones irrepetibles.
Al ver fotos y videos, nos ponemos algo nostálgicos por no tener más a ese pequeñito en casa, pero al volver a la realidad, Manuel nos conecta obligatoriamente con el presente y eso es maravilloso.
Hoy en día, los adultos vivimos una era compleja, en donde los trabajos en general y las “obligaciones” que genera el consumo nos alejan de los afectos, los medios masivos de comunicación nos enajenan, las redes sociales nos contaminan con la sobre-abundancia de información y con la ilusión de socialización. Vivimos pensando en el futuro, en el pasado y relacionándonos de manera remota con grupos de gente exageradamente grandes a través de nuestros teléfonos celulares, pero nunca en el “aquí y ahora”. Hasta que oímos el llanto o la risa de nuestros hijos que nos invitan a conectarnos, en ese preciso momento, para compartir juntos una experiencia que vivirá en los dos para siempre, aunque no la estemos publicando en redes sociales.
Aprovechemos cada momento disponible para compartir con nuestros hijos, es la única forma de combatir la voracidad del tiempo. Ellos lo saben y nos invitan continuamente a acompañarlos.
Luisa Garrido dice
Dios te cuide a tu bebé que es espectacular!!!
Federico Tibytt dice
¡Muchísimas gracias Luisa! Gracias por el comentario.