Hola amiga XXI, hoy quiero contarte que soy una persona ansiosa.
Y no me da vergüenza decirlo, ya que siento que la ansiedad me enseñó mucho. Es más, me enseña día a día.
Y ¿para qué lo cuento?, porque pienso que a ti o a alguien querido les puede estar pasando algo similar, y siento que los puedo ayudar desde mi experiencia.
¿Qué es la ansiedad?
Antes de contarles mi experiencia quiero aclarar que la ansiedad no es simplemente estar efusivo y nervioso, tenso o intranquilo por alguna situación particular. La ansiedad tiene diferentes síntomas y no se calman por el simple hecho de ponerle voluntad. Requiere un trabajo interno muy profundo.
Según los especialistas, la ansiedad es una respuesta de nuestro organismo ante situaciones de la vida que percibimos como una amenaza. El trastorno de ansiedad generalizada lleva a la persona a estar nervioso todo el tiempo, sentirse irritado, tener pensamientos invasivos e incluso tener ataques de pánico.
Cómo empezó todo
Siempre fui una persona ansiosa, pero no sabía que lo era. Es decir, solía decir que estaba ansiosa o era impaciente pero mis síntomas eran más fuertes que un simple nerviosismo. Me costaba concentrarme, tenía momentos en los cuales mis pensamientos negativos me invadían. Por otra parte me sentía sola, sentía que no entendía lo que me pasaba y que los demás tampoco.
No encontraba respuestas. Iba al psicólogo pero creo que no había encontrado al terapeuta correcto ya que no notaba mejoría. Vivía atormentada, los pensamientos me torturaban, me obsesionaba con saber qué pasaría en el futuro, no soportaba la espera, el no saber. Trataba de sentirme mejor distrayéndome con algo pero, pasada la distracción, los pensamientos volvían con más fuerza. Honestamente sentía que me estaba volviendo loca.
Pero, por suerte, siempre tuve una fuerza interior que me daba energía para no quedarme conforme y buscar una solución a mi problema. Fue así que navegando por Internet dí con una página de una psicóloga mexicana : Fabiola Cuevas. Su blog Desansiedad fue la puerta hacia un descubrimiento único: mis síntomas eran los de una persona ansiosa. Y me querían decir algo. Es decir, cada vez que sentía ansiedad, mi cuerpo, mi mente me estaban diciendo algo. Algo que debía cambiar en mi vida y que de alguna manera no lo había logrado de manera consciente.
Pasó el tiempo y debido a ciertos sucesos traumáticos, mis síntomas cambiaron: empecé a sentir palpitaciones, taquicardia. Lo peor estaba por venir. Consulté con un cardiólogo reconocido de mi ciudad y me asustó muchísimo, prácticamente me dijo que me podía morir en cualquier momento si no me operaba del corazón.
Pasé unos días terribles hasta que dí con un médico recomendado por un familiar. Este cardiólogo se dio cuenta que mis síntomas tenían que ver con la ansiedad y me recomendó que realizase terapia psicológica. Yo había ido al psicólogo mucho tiempo pero, como dije antes, no había dado con el terapeuta correcto.
Fue así que, tras años de terapia, fui comprendiendo, aceptando lo que me pasaba. También comencé a ver todo lo que me había sucedido como un llamado de atención de que algo tenía que cambiar en mi vida. Comencé a perdonar mis errores, a aceptar mis tiempos y mi manera de ser. Logré estar más atenta a lo que mi cuerpo y mi mente necesitan.
Por eso hoy puedo decir con alegría que he aprendido mucho de la ansiedad
Qué me enseñó la ansiedad:
A escucharme: cuando aparecía un síntoma al comienzo me asustaba. O sea, al final me terminaba dando ansiedad por la ansiedad. Con ayuda de profesionales comprendí que todo lo que me sucedía tenía un significado, empecé a escucharme y a estar atenta a mis necesidades. Fue así que cuando las satisfacía, la ansiedad disminuía.
A aprender a descansar: gracias a la relajación y a la meditación dejé de tener insomnio. En algunas ocasiones vuelve pero no me desespero y tengo muchas herramientas para relajarme.
A decir no: yo era una persona que no sabía poner límites, que no sabía decir que no. Y aprendí que a veces estaba bien decir que no y que era lo más saludable. Cuando comencé a cambiar este aspecto, los síntomas comenzaron a desaparecer o a atenuarse.
A aceptarme: gracias a la ansiedad comencé a aceptarme tal cual soy. Algo que les sucede bastante seguido a las personas con ansiedad es que son muy perfeccionistas consigo mismas. Por eso, aprender a aceptarme, a ver mis errores como parte del aprendizaje me alivió muchísimo.
A pedir ayuda: muchas veces el ansioso no quiere preocupar ni molestar a los demás. Pero comprendí que la ayuda era necesaria así que acudí al psicólogo. También comencé a ir a una nutricionista que me enseñó a alimentarme de manera saludable y a realizar ejercicio con más frecuencia.
Que no soy la única que la padece: conocer que hay muchas personas en el mundo que tienen ansiedad me proporcionó un gran alivio y fuerza para seguir adelante.
A ser compasiva: luego de pasar por mis primeros momentos de ansiedad y mejorar, me sucedió que gente allegada a mi comenzó a sentirse muy ansiosa. Fue así que pude comprenderla y no decirle: “ah, pero no es nada, tienes que estar bien”, como me solían decir a mi. Por el contrario, pude comprenderla y aconsejarla desde mi experiencia.
A lidiar con los conflictos de otra manera: me pasaba que siempre intentaba evitar conflictos y generalmente no opinaba cuando algo no me gustaba. Con el tiempo aprendí que guardarme las cosas había sido una de las principales razones por las cuales tenía ansiedad
A ser más paciente: la ansiedad es ese temor hacia el futuro. Comprendí que la paciencia debía ser una virtud que tenia que desarrollar. No puedo afirmar que soy 100 por ciento paciente pero cada dia doy lo mejor de mi.
A vivir el presente: volví a practicar técnicas de mindfulness, técnicas que había estado practicando hacía años pero que por razones de la vida había abandonado. Mindfulness significa conciencia plena, vivir el instante, concentrarme en lo que estoy haciendo en cada momento.
A no rendirme nunca: porque sé que después de cada tormenta sale el sol. Y aunque haya momentos de tristeza y angustia, luego vendrán momentos mejores. Y lo más importante, hay muchas cosas a nuestro alcance para hacer para recobrar el bienestar.
Pero, sobre todo, aprendí a respetarme y a darme espacio para las cosas que me hacían bien y que estaba dejando de lado, como por ejemplo hacer yoga, tocar el piano, escribir. Y esos aspectos de la vida me nutrieron de alegría y comencé a ver los diferentes sucesos desde otra perspectiva.
Por eso y mucho más, la ansiedad me enseña día a día. Espero que este post te sirva y si sientes que a alguien le pueda ser útil no dudes en compartirlo. Si eres ansiosa recuerda consultar con un especialista, seguro juntos encontrarán una solución a tu problema.
¡ Hasta la próxima !
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