Ayer estaba teniendo una conversación filosófica con una amiga. Hablábamos de los cambios y ella me mencionó algo que me quedó haciendo eco un buen rato y como en voz alta, osea me impactó. Me dijo: “Yo creía que me sabía mi futuro de memoria”. Una declaración fuerte, profunda. Mi reacción inmediata fue decirle: “Eso no es positivo”. Pero claro, tenemos diferentes personalidades. Algo que además, me llevó a replantearme mi manera de ver la vida. Si bien tengo deseos, sueños y metas, tengo bien en claro cuales son algunas de las cosas que quiero. Jamás miro hacia adelante con certeza alguna. El replanteo de la perspectiva con la que se mira hacia el futuro, inevitablemente me llevó a mirar hacia atrás. Haciendo un pantallazo de mi adultez pude ver todas las veces que me reinventé. Pasé por tantas situaciones y tan diversas que me llevará un buen rato contar todo en un post, pero aquí vamos. A 10 años de este blog, algunas cosas serán contadas por primera vez. Espero se queden conmigo en los siguientes renglones.
Un tropezón no es caída.
Mi vida adulta para mi empezó alrededor de los 20. Tenía esa edad cuando quedé embarazada y emigré a los Estados Unidos. Al momento de quedar embarazada estaba cursando segundo año de la universidad, estudiaba filosofía y antropología. Antes había hecho un año de medicina, que abandoné porque no iba con mi personalidad el ambiente de la facultad. Cuando terminé el primer año de antropología en la universidad de humanidades, específicamente durante el verano, hice algo que me traería consecuencias a largo plazo. De esos caminos que se toman y del cual no hay vuelta atrás. Tenía unos 19 años y alguien me invitó a un grupo en el que hacían “estudios antropológicos” y lo pongo entre comillas porque tal término no es correcto. Fui a una conferencia, en la que hablaron a rasgos generales sobre el estado actual de la humanidad, otro poco sobre mitología y como todas las grandes culturas y religiones esconden en su núcleo verdades que son únicas, universales. También hablaron un poco sobre psicología. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, había más y tal vez para que entiendan lo que voy a contar a continuación debería remontarme un poco más hacia atrás.
Crecí en una familia de mente abierta. Si bien me bautizaron y creía en Jesús. Aprendí sobre sus enseñanzas y vida. El concepto de religión era abierto en casa. Es más, mi papá en realidad siempre detestó la iglesia católica. Por lo que era una manera libre de creer en Jesús. Mi padres también se interesaban por lo paranormal. En mi casa podías encontrar una biblioteca variadísima con tópicos desde economía, política, arte y mucho más. Pero a mi los que más me llamaban la atención y los que me ponía a leer con mucho entusiasmo eran los de vidas pasadas, vida extraterrestre, misterio y también los de ciencia ficción. Y ya que mencionamos esto, la ciencia ficción también mi género favorito del séptimo arte e influyó en la construcción de mi personalidad. Había asistido siendo chica con mi mamá a algunas conferencias de Teosofía, estudios acerca de los elementales de la naturaleza, magia blanca y cosas así, por lo que todo ese mundo no era ajeno para mi. No era de peso en casa pero si entretenido y generaba curiosidad todo lo relacionado al misterio.
Ahora si, adelantamos el tiempo y volvemos a cuando tenía 19 años. Estaba pasando un momento de crisis. La típica crisis que se sucede en el paso de la vida adolescente a la adulta. La universidad y sus presiones, el trabajo, mi inconformidad con varios aspectos de mi vida como por ejemplo la situación decadente del país, etc. En conjunto todos esos aspectos me hicieron entrar en una etapa media gris. Empecé terapia y me ayudó. Una vez entonces las cosas iban más o menos bien, encuentro este grupo de “estudios antropológicos” que llevaba por nombre: Gnosis. Empecé a participar, creo era una vez por semana, en los que como mencionaba anteriormente, se hablaba de psicología, filosofía, religiones comparadas, sabiduría antigua y otros temas, todos muy interesantes y hasta ahí nada grave. Una vez terminé el primer curso (que ellos llaman “primera cámara”), me dijeron que podía unirme al grupo de personas que ya habían hecho el curso como yo para profundizar en los estudios y además agregar algunas prácticas como meditación, yoga, etc, llamado este segundo nivel: segunda cámara. Cómo se imaginarán a este punto de mi relato, lo hice.
Con 19 años me uní a una secta. Sin saberlo.
Un par de años atrás, un día iba en un tren con un chico y él me dice, ok vamos a realizar un juego: cada uno tiene contar algo malo que haya hecho, algo ilegal o extraño y agregó: ¡tu empiezas! Luego de pensar y pensar, dije: no recuerdo haber hecho algo super malo (aunque entre nosotros, he transgredido alguna que otra regla) pero con esto que te voy a contar seguro te gano: Yo estuve en una secta. ¡JA! Se quedó con la boca abierta y agregó: ¿Cómo? Like in a cult? Y yo: ¡si! exactamente! Y agregué: No es algo malo que le hice a otros, pero me hizo daño y me llevó varios años sacarme toda el lavado de cerebro de encima. Lo que sucedió a continuación fue muy entretenido tanto que teníamos un viaje de una hora en tren y casi nos pasamos de largo y gracioso por otro lado, porque él se hizo toda la película en su cabeza de que yo había estado en uno de esos grupos que sacrifican cabras y pollitos a la media noche, y muy a su pesar, le dije que no, nada de eso, pero no por no haber hecho rituales de sacrificio ni orgías, significa que la secta en la que estuve no fuera oscura, lo era y mucho.
Trataré de contar todo sin aburrir pero también sin omitir cosas importantes: el supuesto eje en la secta en la que estuve, era el de la revolución personal. Hacer un estudio profundo de la naturaleza humana, entender las fuentes de sabiduría antigua y ponerlas en práctica.
No es posible contar todo acá, pero pertenecer al grupo significaba hacer grandes cambios en la manera de vivir. Cambios que me llevaron años poner en práctica, y algunos incluso nunca llegue hacerlos. Pero formando parte del grupo, aprendiendo tantas cosas interesantes (lo atractivo es que utilizan fuentes de estudios de grandes pensadores de la humanidad) y siendo parte de un mundo caótico en el que nada tiene sentido. Repito, poco a poco, fui integrando los cambios sugeridos, estaba comprometida a crecer y convertirme en una mejor persona. Pero no vi las señales de alerta, es más, no las conocía (y no sería la única vez que me pasaría, en otros aspectos y con el paso del tiempo volverían a suceder los tropiezos y porque no, las caídas), el mundo no nos prepara para este tipo de cosas y menos en esa época, apenas entrando en los 2000, cuando el acceso a información masiva todavía no estaba al alcance (internet jugaría luego un papel importante en mi salida y recuperación mas de una vez).
Estos cambios incluyeron por ejemplo, dejar de tomar las pastillas anticonceptivas porque ser dañinas para el organismo femenino, dejar de participar en ambientes de energías o frecuencias negativas, incluyendo dejar de escuchar música considerada de energía densa, asistir a lugares de las mismas características, dejar de juntarme con gente que no aportaba a mi “evolución espiritual”, etc etc.
Al dejar de tomar las pastillas (tenía 20 en ese momento y hacía desde los 16 que tomaba) quedé embarazada y decidimos emigrar a los Estados Unidos para comenzar nuestra familia, con la “suerte” que al lugar donde me mudaría en el estado de New Jersey, existía la misma organización, por lo que mudarme de país no impidió que continuara participando en la secta.
La secta, emigrar y convertirme en madre
8+ años pasaron en los que pertenecí a la secta. Más de 8 años en los que tuve 3 hijos y comencé mi vida en el extranjero. Mis hijos son lo mejor y mi motor de gran peso para crecer y mejorar. Con el paso del tiempo comenzó a pesarme cada vez más el estilo de vida que había incorporado y todas las demandas de la secta. Las técnicas de manipulación y lavado de cerebro que se realiza en estos grupos o sectas (en casi todos son iguales) te llevan al aislamiento, perdida de confianza en uno mismo, uno llega a pensar que sin el grupo no es nada, incluso se llega a sentir que sin la protección y pertenencia al mismo, todo pierde sentido. Pero iba en contra de mi naturaleza rebelde, cada vez era más difícil de sostener y una de las grandes cosas que nos aporta la maternidad, es que nos cambia la perspectiva. Realmente ¿era esto lo que yo quería para mis hijos? Por lo que me puse a investigar, y así encontré foros y artículos en internet sobre las técnicas de manipulación de las sectas y grupos religiosos. Tenía 27 años entonces y decidí que no más.
Ya a este punto había pasado por una etapa dificultosa ¡mudarme a otro país! Y había sobrevivido. Pues entonces también sobreviviría a esta experiencia. Convencida pero con miedos, dejé la secta. Fue liberador. Una de las mejores cosas que hice. Si unirme al grupo fue uno de mis grandes errores, dejarlo fue el mejor mis aciertos. En el proceso: crecí. Crecí pero no como ellos decían que lo haría, crecí porque caí en un lugar oscuro pero puede por mi propia voluntad volver a la luz, y en el vuelo hacia arriba me desprendí de tanta basura que había acumulado desde el comienzo de mi existencia. Ya no volverían a manipularme tan fácilmente. ¡Nada ni nadie! Ya no sería esclava del que dirán, de la opinión ajena, me sentí y como nunca antes; en control de mi vida. Es un sentimiento maravilloso. Es literalmente, auto empoderarse. Era libre y podía hacer lo que quisiera, no sería más gobernada por juicios de fe, ni religiosos, ni politicos ¡nada! Me convertí en otra persona, investigadora de la vida y de la psicología humana en mis propios términos, reconociendo a la ciencia como uno de los mejores caminos en la búsqueda del conocimiento y atea, para siempre. Una vez que hice el clic, no hubo marcha atrás, realmente: se me cayó la venda de los ojos (y esto es un guiño).
Arranco el blog y un nuevo giro drástico
Estando en la secta, dejé muchas cosas de lado, entre ellas mis anhelos y metas. Por lo que al salir, al liberarme de las ataduras que me había impuesto perteneciendo a la Gnosis, tuve como un “rush” de energía tremendo. Estaba dispuesta a comerme el mundo. Conquistar todos mis sueños. No más miserias, no más pasos para atrás. Quería recuperar el tiempo perdido. Quería reencontrarme en el camino también. Quería vivir a pleno. Quería aprovechar la vida sin estupideces en la cabeza. Entonces comencé a pensar en opciones para abrir un negocio o realizar alguna actividad que disfrutara y me generara ingresos a la vez. Yo soy de las que piensan que cuando uno pone la energía en algo, de alguna manera u otra, sale, se da. Por lo que un día mirando la tele me encuentro con una entrevista a un grupo de bloggers y dije ¡yo quiero hacer eso! Tenía entonces 28 años (pensar que me consideraba vieja ¡ja!) y sin saberlo pero con mucha motivación, le di para adelante a una de las mejores cosas que pude haber hecho. El blog me cambió la vida por completo, me abrió un sin fin de puertas, me brindó experiencias literalmente increíbles. Una maravilla. Pero en el camino, no todo fue color de rosa y aquí podemos dar paso a otro de los grandes auto re-inventos (creo esta palabra no existe, pero en fin, va justo).
De madre y ama de casa a profesional y el fin de mi matrimonio
Sarah (mi hija más chica) tenía 2 años cuando empecé el blog, Gaspar 5 y Gabriel 7. Eran muy chiquitos. Al principio le di con toda porque tenía miles de cosas que aprender. Me metí en un mundo desconocido. Poco o nulo, era lo que sabía en ese momento sobre diseño, códigos, mantenimiento de un website, fotografía y comunicación. Pero me puse manos a la obra, con la firme intención de lograrlo. Estaba tan entusiasmada que no me resultó tan complicado balancear las tareas domésticas con mi emprendimiento. Durante el día leía lo más que podía, a la noche cuando los niños dormían me ponía a trabajar, ya fuera programar, escribir, participar en redes sociales, etc. ¿Era agotador? Si, pero así es la vida de cualquier madre y cuando hay motivación, pues se sufre con gusto. 😉 Tenía la energía. El blog comenzó a funcionar super bien y a generar ingresos, yo empecé a participar en eventos y a relacionarme con gente muy interesante que me aportaban más energía y entusiasmo. Por primera vez, sentía que al fin había encontrado mi camino, esto era lo que quería para mi misma, las piezas comenzaban a encajar.
Entonces, cuando todo iba en viento en popa en mi crecimiento personal, las alertas rojas en mi relación de pareja que en el pasado había decidido ignorar por estar con un lavado de cerebro, falta de madurez e ignorancia, empezaron a convertirse en mucho más que señales, parte de una realidad pesada que pasaría factura con el tiempo.
No es mi intención en este post hacerle daño a nadie ni faltar el respeto a quien es el padre de mis hijos. No obstante creo que mi historia puede servir a quien se cruce con este post y este pasando por algo similar. Yo tengo en mi interior todavía que luchar con eso que nos han impuesto a las mujeres de mi generación, de no hablar. Sin embargo vengo apoyando causas acerca de romper el silencio, por lo que sería hipócrita de mi parte y conmigo misma, que si vamos al caso es lo peor, quedarme callada cuando es parte de mi experiencia y me han moldeado en quien hoy soy.
Esta es otra historia larga que resumiré, pero en el próximo episodio.
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Para terminar este post: ¿Cuantas veces podemos empezar de cero? ¿Cuantas veces nos podemos reinventar?
¡Las que hagan falta! Nunca es tarde para cambiar, para enfrentarnos a lo que no nos gusta y mejorar. La queja es cómoda, salir de la zona de comfort no lo es. Es difícil pero no imposible.
¿Te ha pasado?
Maria Laura Rodriguez dice
Romina este post es super empoderador. Supongo que todos tenemos vivencias oscuras en nuestras vidas, me pregunto si es un ingrediente necesario para nosotros los mortales. De todas maneras es algo muy bueno que lo compartas, muchas personas pasan por eso y no ven la salida o no se ven desde este punto. Te felicito por la valentía de hablar de estas cosas con una actitud tan positiva. Para adelante!
Romina Tibytt dice
Hola Laura. Así es, todos tenemos cosas oscuras, o creería la mayoría. Eso hablaba con alguien hace algunos días. Creo definitivamente que ya es hora de ir sacándonos el miedo a compartir lo que nos hace vulnerables, todos cometemos errores y reconociéndolos es que se aprende. Besotes!
Brenda I Cisneros dice
Gracias poor compartir un cachito de tu vida Romi, ya tenemos diez años de conocernos virtualmente y bueno es muy intersante conocer más, te admiro y te aprecio mucho!
Romina Tibytt dice
Que linda amistad y tantas experiencias hemos compartido juntas, Brenda. Ya voy a hacer un recap de los últimos 10 años prontito. Gracias por visitar el blog, yo también te quiero y admiro. Besotes!